Y aquí esta el capítulo final de la carrera, pero no del día...
Después de las piscinas giramos a la derecha y por fin vemos a lo lejos ¡la meta!
Pero antes tenemos que pasar por una bajada bastante empinada donde han puesto dos obstáculos más, el primero son dos cañones de espuma que por el aspecto de la calle llevan encendidos dos días enteros.
Mi recientemente desarrollado sentido sobreprotector de padre me dice que eso puede resbalar de la hostia así que instintivamente empiezo a reducir la marcha, el niño parece que también nota la tensión del momento y afloja un poquito a su vez.
Nos metemos en la nube, la espuma le llega por encima de la cintura y me mira y sonríe, “la primera vez que lo veo sonreír durante la carrera, por fin” pienso y le digo “¡qué guay, ¿eh?!”. En ese mismo instante de disfrute paterno-filial, con la meta al alcance de la mano, el padre flipado nos adelanta como un cohete con su niño arrastras, pero me da igual, estoy corriendo con mi hijo ¡y nos lo estamos pasando genial!
Salimos de la espuma y encaramos el último obstáculo de la carrera en segunda posición, allí esta uno de esos túneles inflables mojados por los que te tiras y te deslizas sobre el agua hasta el final que hay una piscinita.
Veo al padre flipado que está delante de mí que coge a su hijo y lo lanza, literalmente, en el túnel de la izquierda y el niño que no se esperaba ese lanzamiento se pega un hostiazo bastante impresionante en el inflable.
“Joder, pobre niño” pienso, y cojo al mío y lo intento empujar con cuidado, como voy con tanto cuidado no avanza ni 2 metros, pero como mantiene el control del movimiento se levanta como un rayo y sigue corriendo por el túnel mientras el otro niño se está levantando a duras penas sin saber dónde esta… yo corro al lado del túnel viendo como mi hijo lo da todo y sale el primero, lo cojo de la mano y cruzamos la meta…
"¡Hemos ganado!" le digo, "¡Hemos ganado!" repito con una sonrisa de oreja a oreja... y él me suelta con cara enfadada: "Pero yo NO quería ganar, quería ganar con un amigo".
Después de un segundo de estupefacción le respondo: "¡¿Y entonces por qué coño has corrido tanto?!"
¡Hasta la vista, frikis!
martes, 11 de diciembre de 2018
martes, 4 de diciembre de 2018
Corriendo con mi hijo (3rd Episode)
Y aquí una nueva entrada de la épica historia de un padre y un hijo... como Walking Dead... pero corriendo en una carrera del colegio...
Me fijo en quien nos acaba de adelantar: un padre alto, delgado, equipación "runner" llevando a uno de los niños más pequeños de la clase de mi hijo "Aaaahhhh, por fin aparece el padre flipado".
Yo, en cambio, llevo una camiseta de Sonic, que como todo friki que se precie sabe, es el outfit perfecto para una carrera de obstáculos.
El niño que tiene las manos limpias al fin me tiende una para que lo coja y sale corriendo. "Ya estamos otra vez, maldita sea".
El siguiente obstáculo es un pasillo con un montón de gomas elásticas cruzadas en todas direcciones, yo paso por fuera y mi hijo lo atraviesa apartando gomas como si fuera un Titán. El otro niño, que va lento obviamente, parece quedarse atrapado en un nudo y mi chiquillo se coloca primero otra vez. A la salida una mujer grita a nuestro lado desesperada: "¡Ayúdalo! ¡Apártale las gomas!". Y pienso: "Madre mía, también tiene una madre flipada, pobre niño".
Cogidos de la mano seguimos corriendo hasta el siguiente obstáculo: un túnel pequeñito y largo tapado con tela negra donde tiran agua por encima para que chorreen gotas por el interior. "Esto no le va a gustar", pero sorprendentemente el niño se tira directo sin preguntar nada. Al otro lado levanto la tela para que vea luz al final, no puedo evitar ayudarlo un poquito, y cuando sale, un niño voluntario le tira un montón de polvo verde por encima. "¡Aarghh!" se queja, le tiendo la mano, me la coje y seguimos corriendo.
Delante tenemos un tramo de escaleras que se me antoja muuuuuuuyyyyyyy largo, pero el niño, haciendo acopio de fuerza, logra tirar de mí lo suficiente y las subimos a duras penas.
Arriba, delante de nosotros, hay que cruzar dos piscinas inflables. Mi subconsciente me dice que me tire y me refresque un poco, que me olvide de la carrera, que tanto sufrimiento no vale la pena... pero antes de que pueda hacer algo el niño se me adelanta y entra dentro caminando por el agua que le llega por la cintura mientras me sigue cogiendo de la mano.
Por el rabillo del ojo veo que el padre flipado esta justo detrás y levanta a su niño en volandas de un brazo para meterlo en la piscina y lo saca de la misma forma. "Guau", pienso, "eso sí que es verdadero compromiso con una carrera".
¡Hasta la próxima entrega!
Me fijo en quien nos acaba de adelantar: un padre alto, delgado, equipación "runner" llevando a uno de los niños más pequeños de la clase de mi hijo "Aaaahhhh, por fin aparece el padre flipado".
Yo, en cambio, llevo una camiseta de Sonic, que como todo friki que se precie sabe, es el outfit perfecto para una carrera de obstáculos.
El niño que tiene las manos limpias al fin me tiende una para que lo coja y sale corriendo. "Ya estamos otra vez, maldita sea".
El siguiente obstáculo es un pasillo con un montón de gomas elásticas cruzadas en todas direcciones, yo paso por fuera y mi hijo lo atraviesa apartando gomas como si fuera un Titán. El otro niño, que va lento obviamente, parece quedarse atrapado en un nudo y mi chiquillo se coloca primero otra vez. A la salida una mujer grita a nuestro lado desesperada: "¡Ayúdalo! ¡Apártale las gomas!". Y pienso: "Madre mía, también tiene una madre flipada, pobre niño".
Cogidos de la mano seguimos corriendo hasta el siguiente obstáculo: un túnel pequeñito y largo tapado con tela negra donde tiran agua por encima para que chorreen gotas por el interior. "Esto no le va a gustar", pero sorprendentemente el niño se tira directo sin preguntar nada. Al otro lado levanto la tela para que vea luz al final, no puedo evitar ayudarlo un poquito, y cuando sale, un niño voluntario le tira un montón de polvo verde por encima. "¡Aarghh!" se queja, le tiendo la mano, me la coje y seguimos corriendo.
Delante tenemos un tramo de escaleras que se me antoja muuuuuuuyyyyyyy largo, pero el niño, haciendo acopio de fuerza, logra tirar de mí lo suficiente y las subimos a duras penas.
Arriba, delante de nosotros, hay que cruzar dos piscinas inflables. Mi subconsciente me dice que me tire y me refresque un poco, que me olvide de la carrera, que tanto sufrimiento no vale la pena... pero antes de que pueda hacer algo el niño se me adelanta y entra dentro caminando por el agua que le llega por la cintura mientras me sigue cogiendo de la mano.
Por el rabillo del ojo veo que el padre flipado esta justo detrás y levanta a su niño en volandas de un brazo para meterlo en la piscina y lo saca de la misma forma. "Guau", pienso, "eso sí que es verdadero compromiso con una carrera".
¡Hasta la próxima entrega!
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