Yo soy tan mayor que hasta tenía clicks de FAMOBIL, marca con la que la empresa Famosa comercializaba en España los playmobil en la antiguedad más remota... cuando sólo había dos canales en la tele y además te tenías que levantar del sofá para cambiar de canal. ¡El horror!
Uno de mis recuerdos más antiguos con estos muñecos es tener una gran caja de poliestireno de Famobil llena de indios, concretamente esta:
También recuerdo que mi madre guardó todas las piezas pequeñas -había infinidad de pulseras, para las muñecas y para los tovillos- incluidas algunas armas indias en una bolsa para que no se perdieran o no me las tragara, no estoy seguro, que más adelante encontré un día tirada por ahí con gran alegría y alborozo.
Por supuesto los indios eran los malos, yo era un niño y las cosas eran así...
Pero cuanto más elaborado sea el malo mejor es la película... y mis indios estaban MUY elaborados, que para eso había mujeres en la caja de Famobil y ese pequeño detalle, para mí, que sólo había visto a indios malos matando vaqueros y oído cientos de veces la guasona frase de mi padre:
fué una auténtica revolución en las historias que desarrollaba.
Aunque indudablemente en mis sesiones de juego siempre ganaban los vaqueros, que para eso eran los buenos... aunque evidentemente NO todos los vaqueros eran buenos, y para eso estaba el sheriff, para llevar la ley y la justicia en lugares en el lugar.
Los tiroteos entre el ranchero malvado y sus lacayos contra el noble sheriff que se quedaba solo ante el peligro también eran digno material para que los clicks lo interpretaran. Duelos al sol, rescates de damiselas en apuros, la búsqueda de justicia y ¿por qué no? ¡venganzaaaaaaaaaa!
Aunque para malos graciosos estaban los mejicanos, que eran unos bandoleros perfectos: tenían un acento divertido, eran pendencieros, y sobre todo sombreros redondos para poder identificarlos rápidamente como ¡salteadores de caminos!
Por supueto unos vaqueros valientes se enfrentaban a ellos y conseguían vencerles en el último momento, aunque estuvieran en franca minoría, que para eso eran los buenos.
Las guerras entre vaqueros no eran extrañas por aquellos tiempos, la guerra civil americana del Norte contra el Sur siempre estuvo muy presente en mi infantil mente.
Y no hay que olvidarse del atrezzo, una buena ambientación para el juego ofrecía una satisfacción maravillosa difícil de igualar... maldita sea, llegó una época en la que hubiese vendido mi alma a Satanás por un FORT RANDALL de playmobil.
Y no exajero nada, mi pasión por los clicks del oeste era tal que si Lucifer se me hubiera aparecido en ese momento y me hubiese dicho: "Niño, si me das tu alma te conseguiré el Fort Randall que tanto deseas". Yo le hubiese contestado: "Si me das eso, y una sección de caballería confederada trato hecho" -tengo el alma negra pero no soy tonto-. Pero no se me apareció. A decir verdad no se me ha aparecido nunca, y eso que en la adolescencia también podría haber hecho un trato con él sobre Shannon Tweed. Puto príncipe de las tinieblas vago de los cojones que no quiere hacer su trabajo corrompe-almas.
Pero eso no impedía que hiciera mis propios fuertes con fichas de TENTE, con piezas de madera de construcción, plumieres, y cualquier cosa que encontrase por casa que hiciera un parapeto decente para mis clicks...
Aunque hubo un antes y un después en mis historias de vaqueros... ¿qué pasa si unes todos los elementos mencionados anteriormente?
2) Vaqueros
3) Mejicanos
4) Guerra
5) Fuerte
Pues que puedes montar una de las mejores películas de todos los tiempos
Después de ver el Alamo de John Wayne mis historias cambiaron radicalmente y los vaqueros empezaron a perder con sospechosa frecuencia.
¡Qué grandes historias...!
Cuando mis valientes clicks del oeste no estaban de servicio, entre tiroteo y tiroteo, descansaban en un tambor redondo de detergente esperando nuevas y gloriosas aventuras en el lejano oeste.
No se si por guardarlos en sitios tan estrambóticos las piezas pequeñas de los clicks eran muy proclives a desaparecer misteriosamente. Sobre todo las armas, que curiosamente eran de las cosas más importantes para el buen ritmo de mis historias. Era algo que me tenía muy mosqueado, yo juraría que no era tan descuidado así que elucubré la historia de que había un duende por casa que se comía las piezas de plástico pequeñas...
Ese mismo duende todavía me sigue, pero ha cambiado de dieta y ahora se come mis calcetines negros.
A medida que fuí creciendo y descubrí otro tipo de películas las historias del oeste que representaba también fueron cambiando conmigo.
Al final en una sesión de juego una tarde de domingo había de todo: heroismo, humor, traición, amor, lealtad, misterio...
Todavía recuerdo los últimos clicks que me regalaron, es posible que a una edad en la que los demás niños ya habían dejado de jugar con muñecos, pero siempre he tenido una filosofía muy clara al respecto: que les den por el culo a los demás.
Los clicks en cuestión eran los siguientes: un escuadrón de caballería nordista acompañado por un explorador con un caballo blanco moteado precioso.
Los antiguos rifles marrones habían desaparecido para los soldados que ahora llevaban Winchesters, que aunque eran bonitos nunca me llegaron a convencer porque para hacer ver que los cogían para disparar tenían que cogerlos por la culata. Muy feo. Curiosamente el explorador sí que llevaba un rifle marrón de los antiguos, que incluía un trozo de plástico en el medio para poder apuntar con él.
De todas maneras aquel regalo fué un alivio, porque cada soldado llevaba dos armas: un winchester y un revolver, y con la falta de armamento que sufría por aquella época debido al "duende-come-plástico" mis clicks necesitaban armas tanto como el aire que no respiraban (porque eran muñecos, claro).
Mogollón de buenas películas me sirvieron como inspiración para jugar horas y horas en las tardes de los domingos con mis clicks del oeste:
Otro día hablaré de la barca pirata... ¿que por qué no tuve barco pirata como todo el mundo? pues porque no había suficiente dinero y tuve que conformarme con la barca.
Y ahora estos señores alemanes nos arrebatan la posibilidad de compartir estos juegos y recuerdos con nuestros sobrinos y encima hacen cosas como esta....
Dedicado a mi querido abuelo Vicente, que uno de los pocos placeres que se permitió en la vida fué leer novelas de vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía.