Esas imágenes nos muestran miembros de las mesas electorales elegantemente vestidos, sonrientes mientras dan la mano al político de turno y miran a cámara. ¿Y que me dicen del colegio electoral propiamente dicho? Edificios elegantes, aulas bien climatizadas, presencia policial, autoridades, miembros de las juntas electorales a disposición de los electores... El primer mundo, como digo.
Nada más lejos de la realidad.
El pasado 20 de Noviembre me tocó ser suplente del primer vocal de una mesa electoral. Siempre había tenido la idea que una convocatoria de este tipo era algo serio, algo ineludible a menos que se estuviese casi muerto. Así que allí que me presenté yo a las 8 de una gélida mañana de finales de otoño y soñando con el momento en que el vocal titular se presentase y a mí me dejasen volver a casa a meterme de nuevo en la cama. Cosa que, como ya imaginaréis, no sucedió.
Desconozco el motivo por el que el hijoputa del primer vocal no se presentó, pero deseo con todo el alma que el motivo fuese un terrible accidente médico durante una colonoscopia.
La primera muestra de que España está lejos del primer mundo llegó cuando ví que el encargado de pasar lista y organizar las mesas electorales era un imberbe al que todavía no le habían bajado los huevos. Más tarde nos enteramos que el chaval, de no más de 18 años y con la cara surcada por el acné juvenil y pajillero, era un estudiante, de Políticas imagino, que estaba allí como becario de la Junta Electoral.
Supongo que los miembros de la Junta Electoral estarían durmiendo junto a las putas de lujo a las que contrataron con mis impuestos, mientras enviaban al becario para hacer su trabajo. Hijos de puta.
A partir de aquí, el descontrol. ¿Que no sabes que mierda hay que hacer una vez te han dicho que esa mesa infecta y destartalada es la tuya? ¡Eh, a mí no me preguntes, sólo trabajo aquí!
Pocos días antes del 20 de Noviembre me enviaron a casa un librito que me recordó a aquel libro de Dungeons & Dragons titulado "Manual del Buen XXX" donde XXX era la profesión de turno. Así, teníamos el "Manual del Buen Ladrón", "Manual del Buen Guerrero", etc. En este caso, el librito era el "Manual del Buen Miembro de Mesa Electoral".
Libro que no me leí, claro. Si nunca llegué a leerme el "Manual del Buen Guerrero" ¿Creéis que voy a leerme ese coñazo sobre mesas, vocales y presidentes?
Por suerte, la suplente de la presidenta (presidenta maciza, lo mejor del día sin duda) ya había estado antes en una mesa y, además, era amiga de la presidenta, la maciza. Así que tuvo a bien quedarse un rato por allí para ayudarnos a rellenar actas, abrir sobres y preparar urnas.
En el épico post sobre mi época de colegio, dejé pendiente para una segunda edición hablaros de un lugar llamado "Los Pisos Verdes". Por aquella lejana época, era algo así como Mordor para los Hobbits o las duchas para el chico nuevo de la prisión. Es decir, un lugar que evitar como la peste habitado por todo tipo de seres horribles y malvados dispuestos a causarte dolores y humillaciones que no puedes ni imaginar.
Gitanos, macarras, drogadictos, gente de clase baja de la peor ralea se daba cita en varios bloques de pisos apiñados sin aparente orden ni concierto y pintados de un absurdo color verde.
El clímax de mi mala suerte llegó con el hecho de que mi mesa electoral estuviese situada en el colegio electoral de Los Pisos Verdes. El supuesto colegio electoral es una suerte de local social, un cuadrado con cuatro mesas, varias sillas de esas de jardín, un futbolín y una mesa de billar. Al lado, otro cuadrado pequeño con el bar más infecto de toda Barcelona.
Así que allí estábamos, vuestro amigo y vecino Joss, la presidenta maciza de la mesa, a la cual conocía de vista pues vive en mi mismo edificio, un par de plantas por encima de mí, y una mujer mayor que no había visto en mi vida. Constituida la mesa, nos sentamos en nuestras sillas de jardín y nos dispusimos a pasar allí las próximas 11 horas de nuestra vida lo mejor posible.
Hablaba al principio de las imágenes de televisión de los colegios electorales donde van a votar las personalidades. En Los Pisos Verdes no había personalidades (Chacón, puta, ven a votar a Los Pisos Verdes a ver si después de la experiencia sigues siendo una zorra pacifista) ni cámaras de TV. Entre otras cosas porque dudo que si una cámara de TV entrase en esa zona, volviese a salir.
Tampoco había caras alegres, sino caras de circunstancias, sueño y mala ostia. Ni, por supuesto, había calefacción. Yo me pasé todo el día con el anorak puesto y añorando mi bufanda de maricón, la cual había dejado en casa pensando en que este iba a ser un viaje rápido de ida y vuelta.
La rutina en una mesa electoral es aburrida y enervante. LLega el votante, buscas su nombre en un listado infinito ordenado alfabéticamente y lo tachas, anotas su nombre y el orden de votación en una libreta proporcionada por la Junta Electoral y, finalmente, el votante deposita su voto.
Pero paremos un momento. ¿Habéis notado algo raro? He dicho buscar el nombre en un listado y anotarlo en una libreta. Con boli, a mano. En el siglo XXI, en España, hay que rellenar papelajos a mano y buscar nombres en un listado impreso. Si nos pintamos la cara de negro, podríamos pasar por un colegio electoral en Ruanda.
El trasiego de electores se produce de forma rítmica a lo largo del día. Algunos vienen de buen humor y te dan el pésame por tener que estar allí atrapado todo el día. Otros ni te miran a la puta cara, como si te estuviesen haciendo un favor al haberse dignado a venir hasta allí para votar. Y luego están los que, directamente, vienen cabreados.
Al poco de comenzar se nos presentó una gorda hablando un perfecto catalán. Su apellido, Bayés. Para los no catalanes, el apellido habitual es "Vallés", así que parece difícil cometer más errores en menos letras. Supongo que hace 100 años los antepasados de la gorda se llamarían Vallés, hasta que se toparon en el censo con un funcionario ágrafo que escribió el apellido como Dios le dió a entender.
El caso es que la presidenta me dice "Señora noseque Bayés" para que yo lo escriba, momento en que la gorda monta en cólera porque lo había pronunciado mal. Según ella, la pronunciación de la "B" y la "Y" difería de la pronunciación de la "V" y la "LL" y parece ser que la presidenta lo había pronunciado como si fuese "Vallés".
Yo, que estaba de buen humor, le dije "Señora, poder diferenciar la pronunciación de la B y la V es una leyenda urbana". La indignación de la mujer aumentó y comenzó a vociferar noseque sobre que los miembros de las mesas electorales deberían tener estudios. La cosa no pasó a mayores, depositó su voto, me apuesto el glande que al PSC no vaya a ser que le quiten la pensión, y se largó indignada.
Otro momento hilarante y tercermundista se produjo cuando apareció por allí un apoderado de un partido político, una subespecie humana cuyo propósito en la vida no está demasiado claro. El caso es que viene y nos dice que si apareciesen por ahí indignados intentando cerrar la mesa electoral o simplemente montándola, no debemos dejarles. Que ellos no pueden cerrar la mesa electoral.
¿Y qué se supone que debo hacer yo?, ¿Pegarme con un hippie?. No es que me importase partirle la cara a un perroflauta, pero coño, ¿no debería haber policía por si pasa algo así?. Así que, de repente, todo el peso del proceso estrella de la democracia caía sobre mis hombros.
No sólo debía aguantar todo el puto día en aquella sala infecta, apuntando nombres y sumando votos, sino que debía erigirme en guardia de seguridad por si algún fumeta maloliente decidía venir hasta Los Pisos Verdes para montar pollo.
La experiencia de las 11 horas detrás de la mesa me sirvió para darme cuenta de algunas cosas que voy a proceder a exponer. Leerlas con atención y recordadlas la próxima vez que vayáis a votar, hijoputas.
Los que están en la mesa electoral NO SON FUNCIONARIOS. Son personas corrientes a los que les han jodido el fin de semana obligándoles a presentarse a las 8 de la mañana un domingo y permanecer allí hasta las 11 de la noche. Esas personas están más jodidas que vosotros así que no les contéis vuestra puta vida, porque no les interesa.
No tengo porqué aguantar a los viejos chochis quejándose de que este año les han cambiado de colegio electoral y deben caminar 100 metros más que la última vez y pidiéndome hojas de reclamación o amenazándome con no volver a votar si no les devuelven a su colegio habitual.
Abuelo, para lo que le queda en el convento, como si no vota. Con un poco de suerte no llega ni a ver el debate de investidura.
El punto anterior también va para los indignados perroflautas y los graciosos en general. Si preferís quedaros en casa fumando petas y quejándoos de lo mierda que es la casta política, por mi bien. Pero no me jodáis la vida a mí, cabrones. Si queréis cambiar algo venid a votar como Dios manda.
Lo de meter en la urna un sobre con hojas de árbol, mensajes de "Tonto el que lo lea", una foto de un mono cascándosela o un puto folio escrito a mano con un manifiesto anti capitalismo puede parecer una buena idea cuando estás fumando marihuana y escuchando a The Doors, pero yo no tengo la culpa de nada. Y me estás obligando a contabilizar votos nulos a las 10 de la noche cuando lo único que quiero es irme a mi casa. Hijos de puta.
La Junta Electoral se ha gastado una pasta gansa de nuestros impuestos en enviar a vuestras casas una tarjetita donde pone el Colegio electoral, la mesa y la sección donde debéis ir a votar... LEÉDLA, HIJOS DE PUTA. Y traédla con vosotros.
Si yo estoy dándole palique a la maciza de presidenta que tengo en la mesa, no, repito, no puedo buscarte en la lista a ver si ésta es la mesa donde debes votar, mamón. Me estás cortando el rollo.
Al menos algunos preguntan, que otros ni eso. Otros vienen con convicción en su careto, te sueltan el DNI y se disponen a votar. Así que, si no queremos formar cola debemos ser ágiles. Mientras la presidenta te busca en una lista de mil personas, yo me estoy causando un síndrome de túnel carpiano escribiendo tu nombre de paleto en la libreta (542 nombres tuve que escribir).
Así que nada hay más indignante que escribir tu nombre y que la chica te diga que esta no es tu mesa y que hagas el favor de irte, mayormente, a tomar por culo. Entonces yo tengo que tachar tu nombre y ajustar la numeración.
A nosotros nos llegó un mamón que tenía nombre compuesto, primer apellido compuesto y segundo apellido compuesto. El hijoputa me hizo escribir seis palabras para finalmente haberse equivocado de mesa.
Consejo, que sé que hay mucho analfabeto funcional: En la tarjeta pone Colegio, Mesa y Sección. El colegio es una dirección, un lugar físico, vamos. (parece obvio pero por lo visto no lo es) La mesa es una letra, "U" en mi caso. Todas las mesas del colegio tienen la misma letra, coño. Quizá en esos colegios grandes que salen en la tele hay varias letras, pero en los de barrio humilde no. Y la sección es un número y cada mesa tiene uno diferente.
Así que cuando entréis en el colegio electoral (suponiendo que hayáis acertado, que hay que joderse con equivocarse de colegio, macho), buscad la letra de la mesa y el número. Me toca los huevos que el mamón de turno me diga "Esta es mi mesa, la U" y yo tener que corregirle "Todas son U, campeón. Ahora sal de mi vista antes de que suelte una ostia".
Esto que cuento puede parecer cosa de risa, pero sucede. Y no les sucede a gente con el síndrome de Down, ni a viejos chochos con pié y medio en la tumba. No, gente joven y aparentemente sensata comete este tipo de errores.
La primera vez que fuí a votar, hace ya un porrón de años, me pasó. Aprendí la lección y desde entonces no me ha vuelto a pasar. Que es votar, coño, que está pensado para tontos, que no es algo difícil como intentar impresionar a un actriz porno con nuestras habilidades sexuales.
Vuestro puto voto no marcará la diferencia. Entre otras cosas porque no lo contabilizaré si estoy cansado y no me sale de la punta del pene, como explicaré más tarde.
Las mesas se cierran a las 8 en punto de la tarde. A esa hora, en domingo, yo suelo estar ya en pijama y pensando en irme a la cama. En este caso me han obligado a estar helándome el culo en un garito en la peor zona de mi barrio. Así que imaginarás que desde las 7 de la tarde estamos mirando el reloj y rezando a Dios para que el tiempo pase un poco más deprisa.
Así que no me jodáis, si a las 1930 no habéis llegado al colegio electoral, iros a tomar por culo. Venir a votar a última hora, obligándonos a retrasar la hora de cierre es de ser un hijo de puta.
Tras lidiar con todos estos necios y algunos otros, llegó la hora del cierre. Entonces se procede a contabilizar el voto por correo.
Consejo por si alguna vez os toca en una mesa electoral; El voto por correo lo traen por la mañana en un paquete. Según el "Manual del Buen Miembro de Mesa Electoral", cuando se cierran las mesas hay que anotar los nombres de los votantes por correo en la libreta y meter los sobres en la urna.
Que le den por culo. Anotad el voto por correo cuando tengáis un rato a lo largo del día y así ahorráis tiempo por la tarde. Total, no hay nadie de la Junta Electoral para controlaros.
En el momento del cierre se presentarán por allí los apoderados de los partidos políticos para husmear un poco, además del supuesto representante de la Junta Electoral. En mi caso el pajillero universitario.
Iba a decir que no me gustan los tópicos ni generalizar, pero sería mentira. El caso es que había por allí tres apoderados del PSC y uno no puede evitar por menos que reconocer que representaban fielmente la imagen del socialista medio; Hombre mayor, gordo, ni papa de catalán pese a pertenecer al PSC, con pinta de trincar a manos llenas y de estar en el bar de barrio a las 10 de la mañana pimplándose cubatazos.
También había un apoderado de ERC, prototipo de vividor tipo Laporta. Gordo, sudoroso y con el rostro colorado 50% fruto del esfuerzo de ir de un colegio electoral a otro, 50% fruto de los pelotazos a la salud de los contribuyentes.
Uno pensaría que tanta presencia oficial serviría para clarificar el proceso. Craso error. Esta gente no tiene puta idea de nada. Si les preguntas algo, o balbucean alguna estupidez o, directamente, te dicen que no saben.
Vamos a ver, hijos de puta, si un partido político os está pagando por estar ahí y si habéis estado en un porrón de elecciones, digo yo que lo mínimo es que sepáis como funciona ésto, ¿no?. Porque alguno tenía edad suficiente para haber asistido a todas las elecciones más o menos democráticas que han habido en España. Y aquí incluyo las de la República, joder.
Antes de comenzar con el escrutinio nos dimos cuenta que el nivel de tercermundismo todavía no había tocado fondo. Según el "Manual del Buen Miembro de Mesa Electoral" toda la documentación generada había que introducirla en tres sobres y éstos debían entregarse en el Juzgado.
Dado que por la mañana un mensajero había traído toda la documentación al colegio electoral, todos imaginábamos que otro mensajero vendría por la noche para recoger los sobres. Pues no. Según leímos, es el presidente de la mesa, en mi caso la chica maciza, la que debía llevar en mano los sobres. Y debía hacerlo por su cuenta y riesgo.
El juzgado en cuestión se encuentra en la Ciudad de la Justicia situada en la Zona Franca de Barcelona, al lado del Ikea. Para que se sitúen los que no conozcan la ciudad decirles que el lugar se encuentra, más o menos, a tomar por culo.
Como la chica no tenía coche y la zona no es la más indicada para que una chica ande sola por la noche, me ofrecí gentilmente a llevarla en mi coche. ¿Qué decís?, ¿Que si me hubiese ofrecido igualmente en caso de ser fea o de ser un maromo?.
¿Sabes lo que suele decir Jack Burton en un momento como éste? Jack siempre dice...
El caso es que poco después se pasó por allí una pareja de policías y, por fin, alguien se dignó a contarnos como funcionaba la cosa. El agente nos explicó que se puede ir en taxi y, con el recibo, en el juzgado te lo abonan. Eso sí, sólo la ida. ¿Y como coño vuelvo a mi casa, cabrones? Según el policía, la vuelta no está garantizada. Toma! Como el correo del Zar o el Pony Express! Garantizamos la entrega contra viento y marea, aunque después muramos al intentar volver a casa.
Según parece, puedes pedir en el juzgado que te paguen el taxi de vuelta y según el funcionario que te toque te lo pagará o no, pero no están obligados. En cualquier caso, imagino que sin recibo no pueden pagarte nada. Y como todavía no hemos vuelto a casa no tenemos recibo, a menos que usemos la máquina del tiempo que tengo en casa. Así que, en el hipotético caso de que te paguen algo será mediante reclamación, con el recibo del taxi, y el dinero lo verás, a lo mejor, dentro de 6 meses.
La primera idea fue que los presidentes de las cuatro mesas que estaban allí compartiesen taxi. La maciza hizo una ronda por las mesas para ver si les parecía bien la idea, pero tras hablar con los demás presidentes enseguida quedó claro que los demás iban a tardar bastante en terminar el recuento. Digamos que hay gente más y menos ágil para el papeleo.
Finalmente, tras unas llamadas de teléfono, decidimos que la presidenta iría al juzgado en taxi y después un amigo suyo la iría a recoger para llevarla a casa.
Otro consejo por si alguna vez os toca estar en una mesa electoral. Hay que rellenar bastante documentación repetitiva, en parte para meterla en los sobres y en parte para repartirla entre los apoderados de los partidos políticos. Recoger esta documentación y preguntar a lo largo del día el número de personas que han votado hasta el momento parece ser el único propósito en la vida de estos parásitos.
El caso es que, según el "Manual del Buen Miembro de Mesa Electoral", la documentación se debe rellenar tras finalizar el escrutinio. Y una polla.
La documentación tiene unos pocos datos que sólo se pueden rellenar al final, como el número de personas que han votado y, lógicamente, los votos a cada partido. Pero el resto de datos son chorradas como el colegio electoral, el número de mesa, la fecha, firmas de vocales y presidenta, el sello, etc. Todo esto se puede y se debe hacer a lo largo del día. Así, por la noche, sólo deberéis rellenar los resultados propiamente dichos.
Puede parecer una tontería, pero a las 10 de la noche, cuando estás petado y con ganas de irte a dormir, rellenar esta mierda te puede hacer perder mucho tiempo. Creédme, nosotros salimos del colegio electoral cuando las demás mesas aún estaban contando votos.
El escrutinio en sí no tiene mayor misterio. Primero se recuentan los votos del Congreso y luego los del Senado. Se abre la urna correspondiente, se cuentan los votos y se apunta el número de votos que tiene cada partido. El secreto está en que, por lógica pura, la suma de votos de todos los partidos debe coincidir con el número de personas que hemos apuntado en la libreta a lo largo del día.
En el recuento del Congreso nos ayudó el becario pajillero. Bien sabía el pequeño cabroncete a qué presidenta estaba ayudando. No obstante, puedo imaginar donde estaría mirando mientras contaba el pequeño subnormal porque se equivocó.
El mamón contó 152 votos para el PSC y como la segunda vocal se aburría mientras la presidenta y yo terminábamos de contar los últimos votos de otros partidos, recontó los del PSC con un resultado de 157. Recuerdo los números porque después me daría un atracón de copiarlos en las actas.
Tras el susto inicial, el pajillero, supongo que siguiendo el "Manual del Buen Becario de la Junta Electoral", se disponía a pedir que recontásemos otra vez todo. A la presidenta casi le da un chungo pensando que no íbamos a terminar nunca y que todavía le quedaba la excursión hasta el Juzgado.
Pero entonces se me encendió la bombilla "Tía, suma todos los votos, primero con 157 y luego con 152" le dije a la presidenta. Y vimos como al hacer la suma con 157 el resultado total cuadraba con el número de votantes de mi lista ¡542!. "Pajillero, como toques una papeleta más, deberás contar con los muñones!"
Con el Congreso ya contado tuvimos una ayuda inesperada. Al estar yo de pié y a punto de estrangular al becario, la apoderada del PP me confundió con el presidente de la mesa. Así que se dirigió a mí y, con órdenes cortas y directas, me ordenó lo que debía hacer a continuación. "Ese papel en ese sobre", "Firma esa hoja", "Tira eso a la basura"...
Los habituales del blog sabréis que no tengo problemas, es más, me pone que una mujer me de ordenes en plan Dominatrix. "Sí, señora", "Ahora mismo, señora", "Como diga, señora". Y en cinco minutos hubimos dado con concluído el recuento, la documentación y sellado el primero de los tres obres. Todo ello cuando las demás mesas todavía andaban contando votos. Y sin haber tenido que leer el puto "Manual del Buen Miembro de Mesa Electoral".
Por fin alguien que sabía lo que había que hacer y que no estaba por ahí sólo para pintar la mona, joder.
Tras el Congreso, comenzamos a contar los votos del Senado. La apoderada del PP se quedó por allí y nos ayudó a contar. Poco después, supongo que avergonzados por la actitud activa de su compañera, en contraste con su actitud de rascarse los cojones a dos manos durante todo el puto día, los tres apoderados del PSC también se pusieron con nosotros a contar votos.
Terminado el recuento, rellenamos las actas y nos disponíamos a meterlas en los sobres y a repartir copias entre los apoderados, cuando la segunda vocal se dióo cuenta de que nos habíamos olvidado de contar una pequeña montaña de votos y se disponía a hacérselo notar al pajillero y a los otros apoderados.
La presidenta y yo nos miramos pensando lo mismo: Debíamos contar más votos y modificar los resultados de todas las actas. Así que, suavemente, me giré hacia la vocal y, disimuladamente, moví mi mano a derecha e izquierda delante de mi cuello, en el gesto típico de "Corta, corta".
Con cara de susto ante la meada en el proceso electoral que pretendíamos urdir, la vocal nos dijo en voz baja "Pero se darán cuenta de que faltan...". "Tú tranquila" contesté yo, al tiempo que cogía una montaña de votos ya contados y los tiraba sobre la montaña de votos pendientes. "Que los recuenten ellos" añadió la presidenta al tiempo que lanzaba más votos sobre los votos malditos sin contar.
Y así, sólo nos quedaba rellenar un par de actas, meterlas en los sobres y sellarlos. Hecho ésto, nos piramos de aquel infierno. Salíamos por la puerta a eso de las 2230 y, como decía antes, el resto de mesas todavía estaban con el recuento del senado. Pardillos.
Ya en la calle nos despedimos de la segunda vocal, la cual seguía sin estar convencida de no haber contado aquellos votos. Y yo acompañé a la presidenta hasta que encontramos un taxi. Nos despedimos y yo llegué a mi casa casi a las 11 de la noche para darme cuenta con horror de que todavía no me había planchado las camisas para la semana... Pero eso es otra historia.
Y así concluye esta épica odisea sobre cómo pasé casi 15 horas en un colegio electoral infecto, sin calefacción y en la peor zona de mi barrio.
Epílogo
Compartir mesa durante 15 horas con una maciza, cuando la mayor parte del tiempo la pasas mirando al techo, da como para charlar largo y tendido. Tiempo suficiente como para conseguir el botín que supondría un número de teléfono o una dirección de correo.
Debería serlo, sí, a no ser que, como es el caso, sobre las 10 de la mañana te enteres de que la maciza tiene novio. Sé lo que estáis pensando... ¡Pagafantas! Estabas dispuesto a llevar en coche a la chica hasta el quinto pino, a las 11 de la noche, sabiendo que tiene novio y que no ibas a sacar rédito alguno!. Y estáis en lo cierto, amigos, soy un puto pagafantas.
No obstante, esto nos lleva hasta una reflexión adicional. Si la tía tenía novio ¿Porque ese maricón no la llevó al juzgado?, ¿Que clase de patán deja que su novia vaya sola hasta el lugar donde Jesucristo perdió la boina un domingo a las 11 de la noche? Según me dijo ella, el chaval tenía que madrugar el lunes. Pobrecillo ¡Y yo también, joder!, Y aún así te hubiese acompañado si no te hubiesen pagado el taxi.
Lo cual nos lleva a la confirmación de una de mis teorías. Las mujeres son todas medio bobas y tienen un gusto especialmente deleznable para con los hombres.