Mi hijo se levanta a las 06:00 de la mañana. Podría esperar a levantarse a las 07:00, pero así aprovecha bien el día. ¿En qué? En joder a sus padres lo máximo posible, claro.
Lo meto en su sillita y lo coloco delante de la televisión (sí, soy de esos padres) a ver a Caillou, eso sí, en inglés, para que los dos estemos en igualdad de condiciones, es decir, que ninguno entendamos una puta mierda.
Rápidamente me voy a prepararle el desayuno, todavía con los ojos semi-abiertos, y de camino me pego un trompazo con el marco de la puerta de la cocina.
El desayuno es una papilla 8 cereales superfibra que consiste en una pasta grumosa, de color marrón clarito, con NO mejor aspecto cuando entra que cuando sale. Superfibra, ¿captas?
Si por mí fuera le haría a mi hijo unas tostadas con aceite, jamón ibérico y un huevo frito, pero me han dicho que hay que darle esa mierda grotesca para que crezca fuerte y sano. Cuando voy a probarlo para ver si la temperatura es adecuada no puedo reprimir una arcada.
Contra todo pronóstico, el chiquillo empieza a engullir toda la pasta esa en un frenesí pantagruélico, como si aquello que tiene enfrente fuera ambrosía enviada desde el mismísimo Olimpo.
Tal es el frenesí, que cuando tiene la boca llena de ese mejunje desagradable le da por toser poniéndolo todo perdido. A mí incluido. Así que me toca limpiar el dantesco desastre.
Se lo termina todo y se relame disfrutando como si fuera un gorrino de Rebelión en la Granja.
Lo dejo sentado mirando Caillou mientras me voy a duchar, pero cuando estoy a punto de entrar a la ducha en pelotas, empieza a llorar como un histérico. Se ha cansado de estar ahí sentado. Se va a perder el clásico giro argumental del capítulo de Caillou, ¡con lo que mola!
Lo saco de la sillita y me lo llevo al baño para que sea testigo del grotesco espectáculo que es su padre duchándose. Mientras espero no causarle un trauma demasiado profundo. Le cierro la puerta para que no se escape.
Me meto en la ducha mientras observo a mi vástago como un halcón a su presa, pero él descubre una estantería baja donde su madre guarda diversos potingues.
Coge un bote de algo, viene a la ducha, abre la mampara y me lo tiende. Yo tengo que cerrar el agua antes de que se escape toda y me empiezo a congelar. Cojo el potingue con una sonrisa porque no quiero que se cabree, le digo "¡gracias!" mientras lo dejo en una esquina de la ducha y cierro la mampara dispuesto a continuar con mi deficiente aseo personal.
Mi hijo vuelve a la ya mencionada estantería, coje otro tubo, viene a verme, abre la mampara y me la da. Me congelo más. "¡Gracias!" le digo medio molesto. Lo dejo en la esquina. Cierro la mampara.
Mi hijo vuelve, coje otra mierda, viene a verme, abre la mampara y me la tiende. Frío. "¡¿Joder, en serio?!" He dicho un taco, mierda. Supongo que también soy uno de "esos" padres. Lo dejo en la esquina. Cierro la mampara.
¡Y lo hace una cuarta vez! Decido acabar rápido y salir de la ducha. Cuando salgo empieza a señalar y a gritar "¡Pito, pito!", así que le contesto "tu madre también se emociona igual, ¿sabes?".
Abro la puerta y el niño sale en estampida como los toros en los Sanfermines. Me seco y me visto persiguiéndole para evitar que se dañe a sí mismo o al mobiliario. No consigo ni lo uno, ni lo otro.
Lo capturo a la altura de la cocina y muestra su descontento a todo el vecindario en forma de berrido espantoso. Lo intento cambiar en el cambiador mientras me pregunto por qué demonios no añadirán grilletes y cadenas a este mueble.
Nos disponemos a salir de casa y mientras me pongo las zapatillas en el recibidor el nene frunce el ceño, se queda muy quieto y emite unos gruñiditos muy raros. Inmediatamente un olor nauseabundo inunda mis fosas nasales... "¡La madre que te parió!"
La mierda ha rebosado, lo noto en cuanto lo cojo y algo viscoso discurre perezoso por mi brazo.
El horror me espera.
El horror.
De nuevo en el cambiador, lucho porque no llegue a tocar la mierda con la mano (aunque lo intenta con mucho ahínco) y al mismo tiempo limpiarle el culo sin ensuciar más de lo estrictamente necesario. No parece dar resultado.
Le tengo que cambiar de arriba abajo y termino como puedo. Yo me tengo que cambiar la camiseta, lavarme las manos hasta los codos y el olor no se me va de la nariz.
Miro al reloj y me doy cuenta de que es tarde. Cojo al niño en brazos y bajo a trompicones las escaleras del edificio, por suerte, los bamboleos hacen reír al nene, que cambia rápidamente de actitud cuando ve que voy intentar meterlo en el carrito.
Quien dijo aquello de: "dadme un punto de apoyo y moveré el mundo" es obvio que nunca tuvo un hijo que odiase el carrito. Su espalda se arquea y endurece como una barra de acero templado.
El camino al parvulario es un remanso de paz comparado con el resto de la mañana, pero cuando ve la puerta, empieza a sospechar lo que se avecina. La temida despedida.
Más gritos y más lloros después, me encamino al trabajo a descansar con el estómago revuelto por la horrible sensación de dejar abandonado a mi hijo con unos desconocidos.
Mientras tanto...
... un niño ha muerto.
Ahogado en el Mediterráneo.
Devuelto por el mar a una playa de arena fina.
No es mi hijo, pero durante un segundo siento como si lo fuera.
Boca abajo sobre la arena, como cuando duerme mi hijo, no parecen distintos.
Con su madre y su hermano huían de una guerra espantosa.
El mundo es un lugar más feo, más triste y más miserable a cada día que pasa.
Hay que cambiarlo cuanto antes.
Debemos cambiarlo.
...
...
Mostrando entradas con la etiqueta espectáculo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta espectáculo. Mostrar todas las entradas
lunes, 14 de septiembre de 2015
viernes, 14 de mayo de 2010
Por el bien del espectáculo
Ahora que liga y champions tocan a su fin y el mundial está a la vuelta de la esquina he decidido dedicar unas lineas al deporte rey por excelencia: el fútbol, bueno, nos entendemos: ver el fútbol por el sofá. Aprovecho la ocasión para rescatar e ilustrar el post con algunas fotos de jugadores míticos que siempre se ven ensombrecidos por los clásicos: Di Stéfano, Pelé, Maradona y Cruyff.
El otro día estaba meditando en las razones por la cuales hay deportes que cambian las reglas contínuamente (léase Fórmula 1) y luego otros como el fútbol en los que apenas hay cambios. Si no recuerdo mal, algunos de los últimos cambios fueron:
1) El gol de oro. Descartado del todo, porque ningún equipo quiere marcharse a casa antes de hora y por tanto toca catenaccio para ver si al menos llegamos vivos a los penalties.
2) La cesión al portero por un jugador del mismo equipo. En este caso sí que sigue vigente.
3) Otro árbitro más detrás de la portería. Esta no cuenta...

De ahí que se me haya ocurrido alguna que otra mejora que podría adoptar el fútbol, siempre con una máxima en mente: el espectáculo por encima de todo. Al final sólo se me han ocurrido un par de ideas para la causa, vayamos primero con la explicación formal (más o menos de manual) y luego la que entendemos todos, coged aire:
Cualquier balón que tras haber sido golpeado de forma reglamentaria describa una trayectoria aérea que transpase los límites del terreno de juego podrá seguir jugándose siempre y cuando el balón no haya tocado el suelo del exterior del campo.
Ejemplo número 1. El saque de esquina podría aprovechar la curva por fuera del campo de fútbol si el futbolista es lo bastante diestro para realizar dicha acción.
Ejemplo número 2. Cualquier pase lateral.
Obviamente fueras de juego, cesiones al portero y demás reglas siguen aplicándose como siempre.

La segunda regla que proponemos viene un poco al hilo de la primera y ambas tienen sinergia:
Cualquier jugador podrá devolver al terreno de juego una pelota que estando en el aire haya transpasado el límite del campo pero sin haber tocado el suelo siempre y cuando dicho jugador no apoye ninguna parte de su cuerpo en el exterior del campo durante la recuperación del balón.
Es decir, se podrán realizar saltos y patadas karatekas (a lo Ibrahimovic) para evitar que el balón salga del terreno de juego mientras no se apoyen de la parte exterior del campo.

Todavía no sé si excluir a los porteros en esta regla, ya que siempre es más emocionante ver un córner que un saque del portero.
Estas reglas tienen las siguientes ventajas:
1) La pelota está más tiempo en juego, por lo que hay menos interrupciones.
2) El juego es más espectacular.
A partir de aquí ya dejamos en manos de los señores de la FIFA la oportuna aplicación.

Aprovechamos para desearle suerte a la selección española en el mundial y a ver si se vuelven con la copa que ya es hora. Felicitamos también al Atlético de Madrid por su reciente Europa League.

Etiquetas:
deporte rey,
espectáculo,
fútbol,
reglamento
Suscribirse a:
Entradas (Atom)